# 10 ¡Que investiguen, pues, ellos y ellas!
Semana 10: Teletrabajo que tendremos y las futuras clases de derecho mercantil
📷 Una imagen
El 30 de mayo de 1906, Miguel de Unamuno, en su ensayo “El pórtico del Templo” en el que hablaba de los avances científicos europeos y norteamericanos, dejó para la historia su afirmación “¡Que inventen, pues, ellos!“. Unamuno confiaba que la luz eléctrica alumbraría tan bien en esa España decadente como en el país que la hubiera inventado invirtiendo mucho dinero. Mi apreciado Unamuno quizás se equivocó un poco en esta ocasión (fácil decirlo, como siempre, pasado un tiempo). Hoy titulo esta newsletter con “¡Que investiguen, pues, ellos y ellas!”, puesto que parece, a tenor de las cifras, estar España adoptando esa postura en favor de que la investigación sea cosa de otros. Invertir en I+D, sobra decir, es la semilla de cualquier avance tecnológico. La COVID-19 es una muestra de ello: la cantidad de recursos destinados a la investigación básica en las últimas décadas ha permitido entender la estructura y el comportamiento de cualquier virus. Las vacunas desarrolladas en tiempo récord, no hubieran sido posibles sin esas décadas de inversión.
📚 Cinco lecturas
Este paper de Nicholas Bloom, Steven J. Davis y Yulia Zhestkova (de la Universidad de Stanford y de Chicago) analiza el número de patentes registradas en el sector de las tecnologías de trabajo remoto (WFH, Working From Home, que incluye sistemas de videoconferencias, teletrabajo e interacción remota). El número de patentes se ha duplicado respecto al año pasado, por lo que nos permite adelantar una era de progreso tecnológico en ese campo, y sobre todo, de prever que seguiremos trabajando desde casa o combinándolo con el trabajo en oficina. En este otro paper (que incluye algunos de esos autores), señalan que el teletrabajo puede llegar a representar algo más del 20% del tiempo de trabajo (frente al 5% anterior) una vez que la pandemia haya terminado. Por lo tanto, como en otras cosas, la COVID-19 ha acelerado la tendencia y facilitará la conciliación, bienestar y disfrutar de una desconexión campo-ciudad con más asiduidad.
“Las criptomonedas llegan a la Audiencia Nacional dejando miles de afectados por estafas” titulaba hace un par de días Expansión en esta noticia. Habla de estafas piramidales. Estafas que también se han dado anteriormente con sellos, productos milagrosos o complejos productos financieros que llegaron a crear hasta cajas de ahorros medio públicas en España. Por lo tanto, más que hablar del producto en sí (como se centra la noticia), creo que deberían hablar de la inocencia de las personas en creer milagros de la naturaleza. Decía mi abuelo que nadie me iba a dar duros a cuatro pesetas. Que mejor estudiara, en lugar de ver vídeos por Internet sobre en qué apostar. El problema por lo tanto no son las criptomonedas, sino nuestra vagancia natural y nuestra ansia por ganar dinero sin esfuerzo. Estemos viviendo cierta campaña de desprestigio hacia todo lo cripto, y eso hace que gente con criterio comience a tener prejuicios. Se puede creer en el concepto Bitcoin, entender que a la vez va a cambiar el mundo financiero, y luego no tener Bitcoins. Tener o no tener algo no te incluye o excluye. Ya he dado mi opinión sobre ellas anteriormente.
Recuerdo perfectamente el día que YouTube fue adquirida por Google en 2006. Fue a comienzos de octubre, y estaba en cuarto de carrera de Ingeniería en Informática. Me pareció un dineral pagar 1.650 millones de dólares por un servicio en Internet que te permitía subir vídeos. Recuerdo hacer un trabajo sobre ello (¡tengo que localizarlo!). Tan solo en 2020 los anuncios de YouTube le reportaron unos ingresos de 19.772 millones de dólares a Google. Se trata de una de las mejores inversiones de la historia bursátil. Me encanta analizar mis valoraciones y reacciones a las operaciones en el tiempo. Me hacen más prudente, y sobre todo, más reflexivo.
Desde este pasado 1 de junio, todas las fotos que subas a Google Photos empezarán a descontar del límite de almacenamiento que tengas en tu cuenta de Google. Una estrategia “brillante” la de estas grandes plataformas tecnológicas: dado su amplio negocio en otros sectores (publicidad en el caso de Google, venta de productos y alquiler de servicios en el caso de Amazon), ofrecen gratis un espacio que tienen para poder entrenar sus poderosos algoritmos (con lo que construirán algo a futuro). Y, de paso, matan en el camino a todos los servicios que cobraban por subir fotos, creando así una oportunidad de mercado en el medio plazo una vez que hayan eliminado cualquier atisbo de competencia. Dentro de unos años, en las clases de derecho mercantil, se estudiarán estas acciones anti-competencia desde un punto de vista de “lo que habría que haber evitado que ocurriera”. Ahora, ante la novedad del sector digital, nos enfadamos por perder espacio gratis, en lugar de indignarnos como ciudadanos por estas prácticas anti-competitivas.
Los europeos, debemos reconocer, tenemos un claro sesgo hacia Occidente. Si hablamos del sector tecnológico, que es lo que nos ocupa en estas líneas, automáticamente pensamos antes en Amazon que en Alibaba, en Google antes que Baidu o antes en Facebook que en Tencent. Sin embargo, como verán en la imagen que nos acompaña, las big tech Chinas están en un proceso de crecimiento, rentabilidad y riesgo muy bueno. Invertir en China ya debería ser algo normal de cualquier cartera que se quiera exponerse al mercado global. Por ejemplo, Tencent: tiene participaciones importantes en JD.com (mayor ecommerce Chino), Pinduoduo (marketplace de agroalimentación) y Meituan (otro marketplace online-offline). Además, tiene un brazo inversor en startups Chinas importantes. Por no hablar de la propia Alibaba, seguramente, el mayor retailer del planeta.
🔊 Un audio
Stanislas Dehaene es uno de esos neurocientíficos cognitivos que sigo. Son gente que me hace pensar mucho. Hace tiempo que leí sobre lo que él cree nos distingue realmente como especie: la capacidad de aprender. Por ello, más que Homo Sapiens, dice que somos Homo Docens. La mayoría de las cosas que sabemos del mundo no las adquirimos de forma innata. Es decir, no llegamos al mundo con ellas, sino que las aprendemos. Por ello, haber sido capaces de sistematizar un proceso de aprendizaje y educación como especie, es la que realmente nos distingue y nos ha hecho evolucionar. Debemos sentirnos unos privilegiados los que hemos tenido la capacidad y oportunidad de aprender todo lo que nos ha precedido en la historia. Es lógico así pensar que nuestra especie debe evolucionar: cada nuevo nacido, tiene delante suyo un sistema que estructura el aprendizaje que le permite desarrollarse sobre lo construido anteriormente. Estudiad, por favor. Aprended a aprender, sin parar, por favor. Y, escuchen este podcast de Dehaene sobre “How we learn”, por favor.
💬 Un comentario en redes sociales
El software se está comiendo el mundo. Es sin duda una máquina de automatizar procesos, facilitar la comunicación a nivel mundial o darnos a conocer personas y conocimientos que jamás hubiéramos conocido. Pero, el software es creado por humanos (aún). Y, en él, establecemos reglas básicas y desarrollamos lógicas para ejecutar una tarea determinada. Este tweet que hoy nos acompaña es una muestra de ello: un ejemplo de un programador que en un momento dado pone un '<' donde era '<='.
🎲 Una lectura aleatoria
Los humanos somos muy malos fijando objetivos. Mejor dicho, somos muy malos cuando fijamos solo una medida, dado que tendemos a optimizar la misma y olvidarnos de lo demás. Ante un cambio en los incentivos, modifican su comportamiento buscando maximizar su beneficio individual. El resultado final, fruto de las consecuencias, puede ser una disminución del bienestar general. En la India Británica, el gobierno puso como objetivo reducir la cantidad de serpientes venenosas que andaban sueltas por las calles. Lógicamente eran molestas. El gobierno ofrecía dinero a cambio de cada cobra muerta que se entregase. Más tarde, nacieron criaderos de cobras cuyo negocio consistía en entregar cobras muertas al gobierno, a cambio de dinero. Esto es lo que se llama la Ley o el Dilema de Goodhart. Y a la hora de fijar políticas, sabiendo que respondemos a incentivos, creo que deberíamos prestarle más atención.
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