# 6 La apropiación de los memes y la pobreza millennial
Semana 6: Hacia un Internet de los creadores
Una imagen
“Estamos ahogándonos en la inseguridad”, dice un millennial en esta pieza de Financial Times. Son numerosas las publicaciones que están saliendo en los últimos tiempos que exponen la situación económica a la que nos estamos teniendo que enfrentar los de mi generación. La imagen de hoy es una pieza más en esa serie. En 2020, la riqueza de los millennials (nacidos entre 1980 y 1995) se mantiene baja y estable, mientras que la de los boomers (entre 1946 y 1964) alta y creciendo. Los X (entre 1965 y 1979) entre medias, pero no mucho mejor que nosotros. Evidentemente, esta riqueza de los boomers será heredada, pero hará que la desigualdad sea aun mayor en lugar de la redistribución y la movilidad social. En el artículo, destaca la cantidad de respuestas de jóvenes que atribuyen el éxito a la suerte en lugar de al mérito. Creo que necesitamos un pacto para las futuras generaciones de ser esto cierto en otras latitudes del mundo.
Cinco lecturas
La palabra meme se concibió para, haciendo la analogía con los genes, describir unidades de transferencia culturales. Es decir, ideas que se transmiten entre personas a través de la cultura. Fue acuñada por el biólogo Richard Dawkins en 1976 en su libro "El Gen Egoísta". En esta columna del New York Times, se habla de una de las paradojas de la era de Internet en relación a los memes: la segunda mayor fortuna del mundo, Elon Musk, es conocido en Internet por usar memes de terceros sin siquiera citar a éstos. 52 millones de seguidores tiene en Twitter, que pueden leer los memes que publica (le encantan), pensando, seguramente muchos/as, que son creaciones de él mismo. Lo cierto es que seguramente no tendría problema en pagar a los creadores de esos memes. Pero el problema que seguramente encontrará es que le costará muchas veces saber incluso quién los ha creado. En situaciones como esta, es donde veo un potencial tremendo al auge de los NFT (tokenes no fungibles) o las firmas únicas que hagan propietarios de los activos digitales a sus creadores.
Hace unos meses tuve la fortuna de conocer a los emprendedores de Robin Rover. Su mensaje lo dice todo: “Gana dinero con tus compras online”. Descargando su app, y reenviando a una dirección de email tus emails con compras, te dan Robines, su divisa. Que, finalmente, se convierte a euros. Una manera de poner un precio a tus datos, ese “petróleo” del que seguro llevas oyendo hablar un tiempo. Pues bien, acabo de descubrir Data Pro Quo, la primera máquina de vending en la que los productos se pagan con las respuestas e informaciones que aportan los usuarios. Se trata de una máquina donde se encuentran los productos de cualquiera máquina de vending: la diferencia está en que para pagar se deben responder a preguntas sobre hábitos de consumo, deseos, preferencias, etc. Lógicamente, siendo máquinas habilitadas en entornos corporativos, esto tendrá interés para negocios de “empresa a empresa” (B2B) así como aquellos con intereses directos al “consumidor” (B2C). Datos muy segmentados, útiles y accionables rápidamente por su especificidad y concreción. Una metáfora muy buena para poner en valor la era de los datos.
Mi abuelo decía mucho que uno de los mayores problemas que tiene España es tener a Andorra “al lado” y Gibraltar “al otro lado”. Áreas administrativas o países pequeños, con mucha capacidad de ofrecer espacios singulares para, entre otras cosas, vender productos y servicios o vivir fiscalmente. Dicho esto, no seré yo el que defienda nunca algo promovido para dañar el país en el que resido, pero debo reconocer que me ha dado envidia leer su plan de desarrollo de Ley de Economía Digital. Una ley que regulará, entre otras cosas, cuestiones como los distritos digitales (espacios para que se generen ecosistemas en la economía digital), la figura del nómada digital (trabajadores remotos o “remoters”) y las residencias virtuales (su propio nombre la describe). Se han fijado en el modelo de Estonia como referencia. Más allá del asunto de “los Youtubers” (nada nuevo que añadir), creo que puede ser un modelo a mirar para algo que creo que España podría replicar. En un país como el nuestro, en el que el bienestar y la calidad de vida es tan alta, ¿por qué no hacer una estrategia para fomentar el teletrabajo sirviendo a países con peores modelos de vida, peor estado del bienestar y peor clima? Es cuestión de emprendimiento político, esa competencia que tanto demando últimamente.
Spotify va a lanzar la versión de suscripciones de pago. Una plataforma que abraza la remuneración a los creadores como forma de adentrarse en la transición de los modelos publicitarios a los modelos de pago a los que realmente generan el contenido. Los primeros dos años, Spotify ha anunciado que el 100% de los ingresos irán a los creadores. Lo mismo que Twitter, que permitirá vender entradas para que la gente pague por acceder a las conversaciones en Spaces. Me gustan ambas ideas no solo por alinearse con esta tendencia que citaba, sino también por el auge de los podcast y el contenido de audio. Éstos, tienen una mejor convivencia que otros medios de expresión artística: la lectura por ejemplo, requiere atención plena. Un podcast puedes escucharlo mientras viajas, planchas o cocinas. Yo, que soy de engancharme poco a las cosas, confieso que estoy enganchado a varios canales y programas de audio (de ahí la sección que sale en esta newsletter).
Cada vez somos más y estamos más tiempo en Internet. Se calcula que ya el 60% de la población mundial son usuarios de Internet, donde nos comunicamos, creamos cultura y arte, trabajamos, colaboramos para trabajar en equipo, etc. El valor que va a seguir creando Internet para la humanidad no se detendrá. Por ello, creo que faltan todavía muchas cosas por ver en Internet, aunque nos parezca que está todo inventado. Y que nuestra vida esté cada vez más digitalizada, evidentemente traerá nuevos comportamientos y hábitos. No es que a los jóvenes no les guste leer o el cine (por coger dos ejemplos); quizás es que ahora se demanda otro tipo de productos y servicios culturales. No es que trabajemos menos o más; sino que lo hacemos diferente y de forma más descentralizada.
En la imagen, por cierto, sale también el crecimiento de los gamers. Y he sacado esa imagen precisamente porque el crecimiento del modelo de negocio gaming dentro de todas las alternativas digitales no me parece casual. Los micro-pagos, las divisas virtuales y las transacciones dentro de una actividad digital como es un juego, puede ser un camino que veamos pronto en otras disciplinas.
Un audio
Hace unas semanas terminé de leer el libro Range, de David Epstein. Básicamente expone cómo en un mundo complejo, competitivo y de incertidumbre como el actual, hay dos rutas profesionales: especializarse desde edades tempranas en algo o tratar de tener amplitud de conocimientos y experiencias para ser más generalistas. Esto y mucho más es lo que sale en esta magnífica conversación con Javier González Recuenco, gracias al que descubrí el campo del Complex Problem Solving, que tanto me ayuda en mi día a día de gestión y coordinación (de personas, objetivos y propósitos).
Un comentario en redes sociales
Os presento a Miko. Es una streamer virtual creada utilizando el motor Unreal (plataforma para la creación de animaciones en 3D). Llevo tiempo insistiendo en esta idea de que el arte y la animación digital van a permitir generar entornos virtuales que ahora mismo no somos capaces de imaginar. Esta streamer virtual es controlada por una mujer real. Ha pasado de tener 2.000 seguidores en noviembre/2020 a tener 700.000 ahora. El futuro de la creación y la expresión artística pasa por este tipo de situaciones: incluso si quieres mantenerte en el anonimato (situación ampliamente estudiada por la inhibición que provoca en algunas mentes creativas), ahora es posible también crear. Personajes hiperrealistas que traerá innovación en educación, sanidad o prestaciones de servicios sociales, por citar campos más alejados del ocio (que rápidamente nos imaginamos contextos de aplicación).
Una lectura aleatoria
La comunicación en entornos de incertidumbre es complicada. Básicamente porque a los humanos nos resulta complicado informar sobre probabilidades y porcentajes. Máxime cuando las probabilidades van cambiando. Y la información comunicada tiende a ser la negativa, que es la que nos alerta y por lo tanto capta nuestra atención. Antes de las vacunas y los casos poco probables de trombos, otro caso fue en los años 90 con las píldoras anticonceptivas en el Reino Unido. La prensa británica titulaba que “las píldoras anticonceptivas incrementaban en un 100% el riesgo de producir trombos sanguíneos”. Lo complejo de la comunicación es que esa frase es cierta, puesto que el riesgo de este efecto secundario se doblaba al tomar la píldora anticonceptiva de 1 de cada 7000 casos a 2 de cada 7000. Y claro, ese 100% la sociedad lo tradujo en “seguridad total”. Los abortos crecieron espectacularmente en esa época. Esto y mucho más, en este artículo, hablando de los riesgos de las vacunas. Pasadle este artículo por favor a todo aquel/aquella que niegue la evidencia y robustez de la ciencia.
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