# 5 La (no) resiliencia de la cultura a las tecnologías digitales
Semana 5: Salud mental digital y los Homo Sapiens en la era de Google
Una imagen
La duración de las canciones musicales más escuchadas está en claro descenso. En este fascinante artículo, podemos encontrar muchos motivos. Pero parece claro que todo se puede resumir en el impacto que están teniendo las tecnologías digitales en ello a lo largo de las últimas décadas. En un momento de la historia en la que los ingresos se basan en las reproducciones por canción, no hay incentivos a alargarse mucho. Con pasar el umbral de 30 segundos de Spotify de escucha por persona, suficiente. También se acorta el número de palabras del nombre de la canción. El motivo parece ser la facilidad de diálogo con los dispositivos de interacción por audio (como los asistentes de voz). Cuantas menos palabras, más fácil que nos entienda. La tecnología moldeando la cultura, y la cultura moldeando la tecnología. Vasos comunicantes en los que debemos pensar. Por cierto, algo de lo que estaré hablando en el Fair Saturday Forum 2021.
Cinco lecturas
Las aplicaciones de salud mental no han parado de crecer desde la irrupción de la pandemia. Se contabilizan ya más de 10.000 aplicaciones en las tiendas de aplicaciones de Google y Apple. Son aparentemente capaces de dar soluciones para todo tipo de situaciones. Lógicamente, no todas ellas con la rigurosidad y evidencia empírica de la mano. La pandemia ha traído que cada vez sean más demandadas; no lo tenemos ahora fácil para acercarnos a nuestros sanitarios como antes. Dada la relevancia de este asunto, el Foro Económico Mundial y Deloitte han lanzado una serie de estándares que han llamado “Global Governance Toolkit for Digital Mental Health”. Recopilando la literatura disponible, ofrecen evidencia para que el paciente sepa qué sí le puede ayudar y qué no ante una contingencia de salud mental que tuviéramos. Hablamos mucho de “fake news” pero muy poco de “fake apps”. La desinformación en todos los campos de la vida es una lacra con la que luchar. Por eso, iniciativas como esta, ayudan mucho a mí humilde juicio.
A estas alturas de la era digital, todo el mundo ya tendrá bastante conciencia sobre la aparente gran contaminación que está provocando el mundo del comercio electrónico. Esas furgonetas dando vueltas por nuestras ciudades están provocando aparentemente el caos medioambiental. Bueno, pues este discurso, que va calando en el imaginario colectivo, dista de ser el mayor problema medioambiental de nuestro comportamiento de consumo. Como describen desde Oliver Wyman en este informe titulado “Is e-Commerce good for Europe?”, el retail offline (el mundo físico de toda la vida) es hasta dos veces más pernicioso para el medio ambiente que el comercio electrónico. El informe también nos deja otro mensaje claro: estamos a 12 años de madurez del comercio electrónico respecto al Reino Unido. Muchas oportunidades aún por transformarse digitalmente.
Google Trends se ha ido convirtiendo con el paso de los años en un buen termómetro de las preocupaciones ciudadanos. Cuando queremos saber algo, informarnos de algo o entender mejor un nuevo fenómeno, vamos a Google. Por ello, saber qué se busca en cada zona geográfica, suele ser una buena manera de aproximarnos a qué está preocupando en esa zona geográfica. Para el caso de España, la correlación de la búsqueda de “olfato” con los contagios “reales”, es importante. ¿Podríamos usar esta herramienta como proxy para entender qué nos va a pasar? Lógicamente es una aproximación simple, pero mirando los datos, parece que sí nos puede adelantar que esta famosa eventual “cuarta ola”, quizás no lo sea. New York Times sacó, al inicio de la pandemia, un artículo muy interesante mostrando lo mismo: la pérdida de olfato correlacionaba perfectamente con aquellos estados que más casos de contagios luego registraron.
Una de mis asignaturas preferidas de la carrera de Ingeniería en Informática fue en la que aprendimos a programar circuitos electrónicos. Me parecía sencillamente magia. Lógicamente, eran otros tiempos, la era digital estaba definiéndose, y pensar en vehículos con ordenadores o dispositivos móviles inteligentes, era casi una utopía. Hoy, en 2021, estamos viviendo por primera vez en la historia, una escasez de oferta de estos chips. Fábricas de coches paradas en España o Apple avisando a navegantes sobre la eventual escasez de iPhones son solo un síntoma de cómo de dependientes somos de estas piezas de cristal de silicio sobre la que se estampan complejos patrones a través de la luz. El principal fabricante de estos elementos es la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), novena empresa del mundo por capitalización bursátil (613.410.000.000 dólares). Controla casi el 85% de la oferta mundial (!) desde Taiwan. Tiene clientes gigantes tanto en China (Alibaba, etc.) como en EEUU (Apple, Facebook, Microsoft, etc.). Un margen bruto de 20.000.000.000 dólares frente a los 48.000.000.000 ingresados son buena prueba de la rentabilidad del sector y de esta empresa creada en 1987. Y, en este contexto, es lógico que haya cierto “nacionalismo de chips”, con apuestas como la de Intel, que quiere retornar la producción a EEUU. En plan de recuperación de Biden habla específicamente de ello. El fondo “Next Generation EU” de Europa, más o menos, para variar en cuanto a tecnologías digitales por estos lares.
Un paper del Fondo Monetario Internacional expone cómo otras pandemias como la del Ébola o la del SARS de Asia, trajeron como consecuencia que las empresas comenzaran a introducir en sus empresas robots para la automatización de algunas tareas. Esto no sería noticia si no fuera por la explicación: los robots no son vectores de contagio y tampoco enferman. Y es que la “inestabilidad” es una de las constantes que estamos viendo en esta pandemia. Lógicamente, entre confinamientos, tests, interrupciones temporales, etc., está siendo difícil mantener cierta estabilidad en algunos marcos laborales. En el artículo, los economistas que lo escriben hablan también de lo que ocurrió en la automatización de las comunicaciones tras la gripe española o la imprenta de Gutenberg tras la Peste Negra. ¿Qué ocurrirá tras la pandemia del COVID-19? Creo que los poderes públicos debieran atender etas lecciones de la historia. Luego puede ser tarde para corregir externalidades.
Un audio
Carlos Alsina ha estrenado la serie radiofónica documental '1931'. Muy recomendable. Narra la proclamación de la República, y su último episodio fue grabado y emitido el pasado 12 de abril, como conmemoración. Para la grabación, se han empleado artículos y documentos de la época, recreando conversaciones que incluso a nivel de lenguaje, me parece precioso de escuchar y recrear. Una semana más, vuelvo a incidir en lo mismo: nuevos formatos narrativos, envolventes, bien contextualizados temporal y espacialmente, que nos debe llevar a imaginarnos nuevos modelos de relación con las audiencias en una era en la que el podcast está ganando mucho terreno.
Un comentario en redes sociales
Recordaréis que la semana pasada hablaba de Topps, la empresa que salía a bolsa y que cotizaba alto por su apuesta por los “cromos digitales únicos” (NFT para entendernos). Panini, con la que la comparaba, respondió en Twitter al comentario de Carlos Alonso y nos mostraba el cromo digital de Ansu Fati vendido por casi 25.000 dólares. Lo dicho, el mundo que viene en este campo de los activos digitales es tremendamente disruptor y novedoso.
Una lectura aleatoria
Este artículo de mi blog de economía preferido (Nada es Gratis) es una delicia. Describe un artículo de investigación publicado por Sandra García-Uribe y Carlos Sanz en el que detallan cómo medir la polarización política y su relación con la incertidumbre económica. Crean una base de datos a partir de las portadas de los principales medios de comunicación de la época para estimar el índice de incertidumbre sobre las políticas económicas (Economic Policy Uncertainty, EPU). ¿Estaremos ante un escenario parecido como sugiere el propio título con eso de “Las dos Españas”? Por eso hablo tanto de la desigualdad. Y por eso me preocupan tanto las consecuencias de esta pandemia. La incertidumbre nunca es buena para el humano ni para su convivencia.
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